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sábado, 5 de mayo de 2012

Noche fría y calida

El brillo de su piel en el cálido aire nocturno me enloquecía hasta el punto de sentir que los sentimientos se escapaban de mi cuerpo, huían de las prisiones en las que habían estado encerrados durante tanto tiempo. Sus ojos se posaron sobre mí, recorriendo cada rincón de mi cuerpo, para después bañarse en los míos. Ya no había nada que esconder, nos mirábamos sin limitaciones, sin rojeces en las mejillas, ni miradas que caen al suelo ni palabras absurdas para rellenar aquel cómplice silencio que se había establecido entre nosotros, ni siquiera las necesitábamos, solo queríamos de banda sonora nuestras respiraciones aceleradas: él era la exhalación, yo la inhalación, él trataba de tomar aire y yo se lo quitaba en un beso.

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